viernes, 13 de enero de 2017

Gorrino de San Antón

Un poco de historia...

"Queramos o no, las tradiciones junto con la historia son las que, de alguna manera, van forjando el carácter de los pueblos. La transmisión natural de padres a hijos de esas narraciones o sucesos basados en la leyenda o en la imaginación, alcanzan tal importancia que, en ocasiones, no sabemos dónde realmente empieza la ficción o en qué punto culmina la realidad. De esta manera, situaciones extrañas que pueden sobrepasar lo natural y lo que se vive en lo cotidiano llegan a producir primero, admiración, y después, respeto por lo que representa y por su procedencia. Así, una tradicional festividad oriolana como es la de San Antón ha perdurado a través de los siglos, pues se remonta a unos trescientos treinta y seis años, según data el deán Julio López Maymón. En su contexto, la rifa del cerdo por el sistema de cédulas en las que se escribe el nombre del posible agraciado, ya se efectuaba en el último tercio del siglo XVIII, nació con la intención de dedicar las ganancias, una vez descontados los gastos, al culto del Santo y a la conservación de la ermita y otras dependencias como la habitación del capellán y «departamento oficial para el Señor de San Antón», canónigo designado para tal cargo por el Cabildo Catedral.
Pero, muchas veces nos hemos preguntado porqué es el cerdo y no otro animal quien aparece como compañero iconográfico de San Antón. En la respuesta nos surge todo un abanico de simbolismos, que convergen en la vida y milagros del abad eremita, viéndose éste acompañado del hábito negro con la tau en su pecho, del bastón abacial de la más pura sencillez, del fuego en sus pies y de la campanilla anunciadora de la llegada de los antonianos.
Pero, nuestra cultura nos ha llevado, sobre todo, a ver en San Antón al protector de los animales domésticos y, junto a él, como perenne acompañante al cerdo, volviendo a preguntarnos: ¿por qué este animal considerado impuro por algunas creencias y no otros de más gallardía y prestancia? La contestación es bien sencilla, aunque son varias las interpretaciones: Una de ellas, la más generalizada, es la que lo presenta como el triunfo de San Antón sobre impureza identificada con el cerdo. Otra, nos muestra la generosidad del Santo al haber sanado milagrosamente de la ceguera a las crías de una jabalina. Una tercera, por ser el alimento para los enfermos, al que recurría la orden de los antonianos en sus hospitales, estando los animales en libertad y voluntariamente alimentados por los vecinos. Por otro lado, esta estampa iconográfica del eremita acompañado por el cerdo ha sido epicentro devocional de muchos creyentes cristianos romanos, ortodoxos y coptos. A él, como patrón benefactor se han acogido aquellos que habían sufrido amputaciones, los tejedores de cestas, los fabricantes de cepillos, los carniceros y charcuteros, los sepultureros, los ermitaños, los porquerizos, los que sufren eczemas, epilepsia, ergotismo, erisipela y otras enfermedades dermatológicas. Por ello, no es de extrañar el estribillo de los 'Gozos a San Antonio Abad' que le dedicaba su Cofradía de la catedral de Barcelona: «Pues sois Santo poderoso,/ y del cielo Tesorero;/ Antonio Abad milagroso,/ dadnos gracias generoso».
En muchas ocasiones, cuando me he apuntado para la rifa del cerdo, me ha venido a la cabeza si la generosidad del Santo me favorecía y fuese agraciado, qué haría esa noche con el cerdo en mi casa. Realmente, sería un problema, pues hoy las viviendas no están acondicionadas para tener este tipo de animales. Así como, qué ocurriría sin un vecino me viera subir en el ascensor acompañado con el futuro generador de morcillas y longanizas. Siempre lo he pensado. Aunque, a pesar de ello, no he dejado de apuntarme.
José María Ballesteros, en su novela 'Oriolanas' nos relata dentro del capítulo dedicado a la Romería de San Antón, cómo se exhibía al cerdo en el mercado de los martes y los domingos por las calles de la ciudad, como reclamo. Nos narra todo el proceso de la rifa y el traslado hasta el domicilio del agraciado, acompañado por la charamita. Curiosamente, en la mayoría de las veces, al menos de aquellos que conocemos sus nombres, los premiados eran personas humildes, y de éstos podemos aportar algunos ejemplos: hace cien años, le correspondió a Rita Tormo Hostalet, sirvienta en casa de Juan Blasco. En 1926, el cerdo le cayó a «un pobre, que vestido con blusa y envuelto en una pobre manta, presenciaba la rifa». En 1897, la suerte estuvo a favor de José Martínez Aledo, vecino del Raiguero de Bonanza, que según decía la prensa, «no tenía más capital que las dos perras que invirtió en la cédula agraciada». Sin embargo, no tuvo tanta suerte el poeta y dramaturgo José Zorrilla, que con motivo de su visita a Orihuela coincidiendo con la festividad de San Antón de 1886, fue apuntado para la rifa por algunos periodistas de 'El Oriolano', y ante la mala fortuna, éstos se preguntaban: «Hubiera sido muy prosaico que a Don José Zorrilla le cayera el cerdo».
Así es y esperamos que siga siendo durante muchos más años, y que por San Antón, cuando a las cinco haya sol, la tradición se cumpla y que haga buen tiempo, por el bien de muchos, sobre todo de los que se ganan el pan con la venta de sus mercancías en ese día. Para ello, nada mejor que encomendarse al Santo, tal como se hacía en 1895: "¡Oh bendito San Antón!/ Que eres de bondad ejemplo. /Santo humilde y bonachón, /pide a Dios en tu oración, /que nos depare buen tiempo».
Antonio Luis Galiano Pérez 
Hasta San Antón, Pascuas son.

FOTOS ANTIGUAS DE ABIA DE LA OBISPALIA